sábado, 25 de junio de 2011

El vasco que capturo un rey para España (Juan de Urbieta)

Pasado y Presente
"Tal día como el de hoy del año 1525 se disputaba la famosa Batalla de Pavía, en Italia, en la que un hernaniarra, el capitán Juan de Urbieta, conseguía hacer prisionero a un soldado del que, por ir bien pertrechado, pensó pedir amplio rescate, siendo grande su sorpresa cuando se dio cuenta de que el rehén no era otro que el mismísimo rey de Francia, Francisco I.
El destino de Juan de Urbieta parecía estar ya marcado por el contexto en el que nació. Su llegada a este mundo se produjo cuando los Reyes Católicos acababan de dar las primeras Ordenanzas Municipales con las que, a partir de entonces, debía regirse su Villa natal, pero la entrada del ejército francés en Guipúzcoa para apoyar a Navarra contra las tropas de Fernando el Católico provocó enfrentamientos que, en el caso de Hernani, supusieron un incendio que destruyó el lugar echando por tierra todos los planes previstos para su desarrollo económico, social y político.
Juan de Urbieta fue enviado como criado a la Casa de los Artola, en Ategorrieta (el escudo de armas, tallado en piedra, que estuvo en dicha casa lo hemos visto durante varios años en uno de los jardines de Ategorrieta), y durante su estancia en San Sebastián tomó la decisión de tomar la carrera de las armas llegando a Italia como arcabucero, según versión de Juan de Oznayo, paje que era del Marqués del Vasto y uno de los testigos de la batalla: Francisco I «iba casi solo cuando un arcabucero le mató el caballo, y yendo a caer con él, llegó un hombre de armas de la Compañía de don Diego de Mendoza, llamado Joanes de Urbieta, natural de la provincia de Guipúzcoa, y poniéndole el estoque al un costado por la escotadura del arnés, le dijo que se rindiese».
En este punto debe comentarse la curiosidad de que siendo citado Juan de Urbieta como arcabucero, la mayoría de los arcabuces utilizados por las tropas al servicio del rey Carlos I de España y emperador Carlos V de Alemania, fueron forjadas, principalmente, en la zona del río Deba, destacando la fragua de Martín Ibáñez de Unamuno, cuyas armas por él trabajadas colaboraron de forma importante a la victoria de los soldados que las utilizaban.
Esta captura le hizo merecedor del grado de Capitán de Carlos I y de un escudo parlante (escudo con representación de objetos que se identifican con el titular) de campo verde (el río Tesino pintado con las ondas del mar, un medio caballo blanco con una flor de lis coronada en el pecho, freno y riendas coloradas y caídas, más un brazo armado con estoque lanzado arriba), ser nombrado Continuo de Su Majestad y pertenecer como Caballero a la Orden de Santiago, tomando el hábito correspondiente.
Pero la captura fue y sigue siendo disputada por algunos historiadores al incluir en la misma a otros protagonistas.
Aunque la Historia acepta a Juan de Urbieta como la persona que hizo prisionero al rey de Francia, de la misma forma que lo aceptó la Corona cuando decidió otorgar las debidas recompensas, no faltaron cronistas para hacerse eco de las demandas formuladas por Diego de Avila, Alonso Pita y Juan de Aldama que reclamaban para sí la detención del monarca.
El motivo de la confusión lo encontramos de nuevo en la versión que de los hechos dejó escrita el ya citado Juan de Oznayo. Según este hombre, cuando Juan de Urbieta puso el estoque en el cuello a su prisionero sin saber de quién se trataba, el prisionero, viéndose en peligro de muerte, le dijo: «La vida, que soy el Rey». Entonces el hernaniarra, en mal francés, le ordenó rendición, contestando Francisco I: «Yo solo me rindo al Emperador».
Mientras se producía este diálogo, debemos imaginarlo en medio del fragor de la batalla, Juan de Urbieta observó que a pocos metros de distancia unos franceses habían cercado al alférez de su compañía con ánimo de arrebatarle la bandera y no estando dispuesto a dejar que tal cosa ocurriera se dirigió al preso diciéndole: «Si de verdad sois el rey, hacedme una merced»; obtenida la promesa, se alzó la visera del almete que protegía su cabeza y mostrándole sus dientes mellados, le dijo al monarca: «En esto me reconoceréis», y dejándole en el suelo con una pierna aprisionada debajo del caballo se alejó en defensa del pendón y de su oficial.
Parece ser que fue en este momento cuando llegaron Avila, Pita y Aldama quienes viendo al rey caído creyeron poderle detener aún cuando de él mismo salieron las palabras de «Ya he sido hecho preso».
En otro orden de cosas, el doctor Camino recuerda el viaje del rey desde Italia hasta Madrid, pasando por San Sebastián donde, según la tradición, fue conducido a los calabozos del monte Urgull, aunque otros historiadores dicen que no pasó por nuestra ciudad como detenido sino como huésped,
Sí parece estar más contrastado el viaje de regreso a Francia de Francisco I, después de haber permanecido en Madrid durante varios meses hasta que se ajustó el precio del rescate. En 1526, en su viaje al país vecino, se detuvo cinco días en San Sebastián bajo la custodia del Virrey de Nápoles quién puso vigilancia en el muelle y puerta de Santa Ana (actual subida al castillo) para que nadie subiese «al Castillo de la Mota mientras el Rey estuviese en la Villa»."
Texto de Javier Sada.

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